lunes, 28 de septiembre de 2009

En el valle, entre dos montañas.

"Hay opios para el remordimiento, narcóticos que pueden acallar el sentido moral hasta dormirlo. Pero aquello era un símbolo visible de la degradación del pecado. Era un signo siempre presente de la ruina a que llevan los hombres a sus almas".
"Llenó hojas y hojas de ardientes palabras de pesar y de ardientes palabras de dolor.
Existe una voluptuosidad en hacerse reproches. Cuando nos censuramos, sentimos que ningún
otro tiene derecho a hacerlo. Es la confesión, y no el sacerdote, quien nos da la
absolución. Cuando Dorian terminó su carta sintióse perdonado".
"El retrato de Dorian Gray" - Oscar Wilde

Es tan divertido tener problemas. "Últimamente solo escucho tus quejas". ¡¡Pero si das para mucho más que eso!! Todo se trata de un balance; no existe lo bueno sin lo malo. Una cosa sin su opuesto. La ausencia y la presencia. Un balance, un equilibrio. Incluso la búsqueda espiritual de alguien “equilibrado” es señal de su desequilibrio y su problema, puesto que la búsqueda es solo un problema informático. Solo es un nivel diferente en la MENTALIDAD hermética. La seguidilla de estos principios a partir de la generación de un pensamiento es maravillosa porque revela la formación de la realidad, que no es otra cosa sino un estado mental. Lo interesante de poder concientizarlo es el control que ello conlleva. El “querer controlar” está mentalizado, estratificado, resuena y está polarizado, yendo y viniendo, coaccionado por una especie de moralidad, que no es sino una mentalización del ideal de realidad que es convención. Pero es allí donde falla esa mentalización. Peca de soberbia y encuentra su límite en el efecto que causa. Siempre se trata de un círculo. Y es por ello que la moral es algo flexible. Pues cualquier imposición autoritaria es falsa. Cayendo en el abismo de la inacción y la parálisis, causadas por el término de la polaridad en cierto nivel y el salto vibracional a otro, modelamos el mundo en el que vivimos. Lo transformamos. Cambiamos nuestra realidad. Uno se esfuerza y tiene cierta compasión por quienes no quieren ver. Pero no es el enojo o la frustración quien cambia el mundo. Es la aceptación, la paciencia. Paciencia no de esperar, sino de paz y cambiando desde la incondicionalidad, con amor. Hoy leí sobre el sufrimiento y el “amor”, no del incondicional sino de ese amor que llamamos “complementario”. Hoy escuché sobre el sufrimiento y el “amor”. El sufrimiento no es más que el control y el condicionamiento de nuestra moral, valores, preceptos y conceptos. Es la falta de aceptación e ignorar la conciencia. Todo ello que empieza desde abajo, termina arriba. Si comenzamos desde abajo y cambiamos nosotros es inevitable - ¡realmente es inevitable! – cambiar lo de arriba. Un voto, por ejemplo, no es un cambio. ¡Un voto es un contrato firmado anónimamente por el votante! ¡Qué cobardes, necios e ingenuos! La crisis de representatividad está en que cuando no se cumple el contrato no se sabe a quién se está perjudicando. Dentro nuestro duerme ese falso alivio, blasfemo, del anonimato. ¡Es nuestra condena! Pero quien juzga es la conciencia que ignoramos. Y mientras más la ignoramos, tratamos de controlarla y, en algunos casos, hasta pedimos consejos solo para intentar justificar nuestro autoconvencimiento. Y es aquí donde el círculo hermético de los 7 principios interrelacionados marcha. Una cosa que tapa a otra genera la realidad en la cual nos movemos inconformes. ¡Es fácil culpar a otros! Parece que esas bellas protuberancias que salen de nuestras manos, y no por nada son útiles para crear, lo son también para señalar. Hay mucho para aprender. Dejemos de arrepentirnos, culpabilizarnos y victimizarlos, cuando no somos más que víctimas de nuestra incapacidad para ACEPTAR. ¡AMÉMOSNOS al menos a nosotros mismos!

jueves, 17 de septiembre de 2009

Sobre la verdad y el amor

"Hay miles de argumentos validos, pero si te da miedo no sirve.
En especial porque tal vez ocupandote de otros,
no te haces cargo de vos"
Jose Ignacio Storni

Hacerse cargo de la verdad no es tarea sencilla. Significa no imponer excusas, significa no pedir disculpas falsas y carentes de sinceridad. Significa no arrepentirse de los propios actos y aceptar las consecuencias. Hay cierta “necesidad” en tapar la verdad sobre nuestras acciones, y las verdaderas intenciones tras ellas. Es una necesidad alimentada por un miedo nefasto. Miedo a que NUESTRA verdad no sea bien recibida. En realidad, hasta ese mismo miedo puede considerarse hipócrita, pues es solo excusa de una proyección de soledad a futuro, fundada en el egocentrismo y posible coacción sobre nuestro accionar. Coacción que, supuestamente, los demás ejercerían afectados por una verdad ajena (la nuestra). Pues, todo este rollo de blasfemia cotidiana, y disfrazado de falsa consciencia es un circulo vicioso atraedor de mentiras, engaños, desencuentros, cargos de conciencia, dolor, proyecciones y falsos apegos. ¿Tan idiotas somos como para no darnos cuenta de que este círculo vicioso solo se rompe con decir la verdad y hacernos cargo de ella? ¿No es eso, acaso, el ser consciente de los propios actos? ¡Cuán liberador es decir lo que uno piensa a consciencia! ¡Y si no estamos seguros de lo que decimos mejor cerrar la boca!
No está demás decir “te amo” si lo sentimos en determinado momento. ¡Está demás pensar que debemos sentirlo todo el tiempo! Porque ese “te amo” es tan efímero como las palabras. Tan limitado como el lenguaje y la escritura. El verdadero amor es aquel incondicional. Aquel que no pide nada a cambio. Aquel que no tiene excusas, que no pide perdón y que no se arrepiente. El verdadero AMOR, el incondicional, es aquel definido por todo lo que no es: Excusas, disculpas y arrepentimientos. Estas acciones son aquella polaridad de la cuestión en sí. El otro extremo: MIEDO. Miedo a estar solos. ¡Criatura idiota! Venimos y nos vamos de éste mundo completamente solos, y el tiempo que “vivimos” en él estamos y somos completos. Vivimos aterrados con la idea de una carrera contra el tiempo tratando de encontrar complementarios. ¡Idiota iluso! No se puede complementar lo que ya está completo. Se puede sumar y compartir, pero completar no solo es innecesario sino imposible.
Aquel que no tiene miedo es el encaminado hacia la libertad. Aquel que no tiene miedo es quien AMA. Aquel que no tiene miedo vive, los demás solo idealizan realidades sumergidos en la ignorancia de su SER y su ESENCIA. Idiotizados por la tercerización y personalización de una figura material y finita, que falsamente centralizada, los aleja de la verdadera naturaleza de su existencia. Atados a tablas y pasados. Idealizando futuros y negando lo único que existe: El presente. Esclavizados bajo promesas falsas y subordinados de idiotas mayores. Cegados con estiércol histórico-socio-cultural y educados en doctrinas esclavizantes de eterno retorno emocional y estancamiento evolutivo nos convertimos en títeres de titiriteros. Mas, yo odio a los títeres y a los titiriteros. Yo quiero ser creador. Y quien crea tiene que destruir, como quien destruye el mármol para crear la escultura. ¡YO SOY!