domingo, 18 de octubre de 2009

Cuando me digas te amo… (de Pepe)

Si me decís te amo espero no sea: una pregunta, un suspiro, una condena, sino una afirmación.
Pero no es necesario que uses tu lengua de esa forma para manifestarlo.
Si lo sientes simplemente hazlo, y que eso no te moleste, limite o represente sacrificio.
Amor es siempre libertad, pureza e infinitud. Piénsalo bien, si es lo que quieres decir. Pues no digas un te amo que suene al castigo de los reproches, o al egoísmo posesivo, ni al orgullo de saber qué me conviene, cómo y cuándo; y esto siempre bajo el yugo de tus opiniones.
Amor es dejar crecer, compartir la expansión y disfrutar el mientras.
No me digas despacio al oído "te amo" antes de dormir si el resto del día no lo festejaste en mi presencia. Si cuando nos juntamos es para escuchar tus rutinas y lamentos, o las consideraciones hechos y personajes de tu historia. Pues quiero brindis, sonrisas y alegrías que despierten el interés de tu encuentro como el juego perfecto en el que danzamos según nuestras reglas, por las que somos siempre participantes sinceros de esta unión elevadora que confirma con honestidad el placer de reencontrarse.
No me susurres "te amo" luego de hacer el amor y que suene como un premio. Nunca me digas "te amo" y te aflijas si mi respuesta no es la que buscabas. Pues ese amor condicionado no lo quiero, porque el amor, si un día lo sientes por mí, no puedes dejarlo o perderlo por mi acción, ya que la palabra AMOR conlleva una gran dosis de desinterés, que no implica la concordancia de mi actuar según tus conceptos o caprichos.
Amor tuvo un Dios por sus criaturas y vació sus dogmas con el espacio divino del libre albedrio. Amor no sienten los que exigen culpas en su nombre. Poco saben de AMOR los que gritan y escriben "te amo" si creen que esa es su condena y su dolor. Tendrán que amar entonces un poco menos a la pared de emociones ignorantes e insensatas que les bloquea la vista, porque el AMOR es el universo lejano en el horizonte de las personas que pueden vivir su realidad diferente, con los ojos poderosos, del respeto y la humildad, de las ganas y el perdón, de quien lo dice en acción, a cada segundo y con la convicción de que en ese lugar mágico del amor vamos a encontrarnos un día todos los que consecuentemente creemos en su fuerza y voluntad. En la naturalidad de su ascendente deber que es la salvación.

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