miércoles, 29 de julio de 2009
Sobre la trascendencia
¿Cuál es la puta necesidad de medir nuestro progreso personal en comparación con otras personas? Lo más ridículo de todo es que muchas veces medimos tal progreso en términos que acaban reflejando cierto apego a la diferenciación social en términos de “calidad” de bienes económicamente costosos. Sentimos esa totalmente común satisfacción de creernos merecedores de cierto objeto en particular. Nuestra civilización, nuestra historia y ciertos aspectos educativos de nuestros medios de comunicación se encargaron perfectamente de transmitirnos mediante imágenes y sonido, y más importante aún por medio de la historia tras todo esto, esta creencia en particular, que aflora lo peor de nosotros. La responsabilidad de conocernos a nosotros mismos nos corresponde pura y exclusivamente a nosotros. Pretendemos reflejar nuestras inseguridades, nuestro egoísmo y aspiraciones personales de “ser más que otro” e imponer una especie de venganza contra el resto de la humanidad por razones que son puramente efectos de nuestra debilidad mental para entender que formamos parte de un TODO superior e interconectado. Omnipresente y eterno. El problema de la trascendencia, la trascendencia material, es algo sumamente estúpido. El problema muchas veces es querer ser recordados. Porque esa es una forma de trascender. Tal vez nuestros cuerpos no pueden trascender pero si pueden hacerlo nuestras acciones. Pues sí. Nuestras acciones nos trascienden. Un pedo que nos tiramos trasciende tanto como lo haría tener 20 millones de mansiones rodeando los lugares más paradisíacos de la tierra, 2 millones de dólares en un plazo fijo o dinero suficiente como para vivir nuestra vida, cómodos y sin trabajar, teniendo otras personas que hagan las cosas que no nos gustan. Claro… pero el dinero dura más tiempo o puede generar más cosas para nosotros que un pedo (nuestro, obvio… Ni hablar del de otro). Pero bien, es muy ridículo también pensar en eso ya que no vamos a presenciar absolutamente nada de todo lo que ocurra luego de nuestra muerte. Lo que es peor, ni siquiera podemos saber que nos pasará en los próximos 2 minutos. Entonces… ¿por qué mierda tendríamos que preocuparnos de lo que pueda pasar mañana si no podemos saber si estaremos muertos en los próximos minutos o vivos por 50 años más? No lo sabemos. Es pecar de tremendista. Todavía hoy no logro comprender porque ni con que medimos nuestra trascendencia. El problema mayor creo que está en el tipo de trascendencia que estamos buscando. Somos seres tan trascendentales como una piedra. Tal vez porque nuestra concepción del tiempo es diferente por nuestro tamaño. Ya que los tiempos transcurren de formas diferentes según el tamaño de las cosas. A lo que quisiera llegar, si me lo permite mi cerebro, es que no importa cómo; siempre seremos trascendentales. Porque formamos parte de un TODO. Esto puede sonar muy “new age” o tremendamente pelotudo, o ambos juntos, pero es cierto que nuestra materia y nuestra energía interactúan todo el tiempo de nuestra vida material con el resto del universo. Físicamente hablando, seríamos sistemas abiertos. Solemos pensar que cada átomo que nos compone nos pertenece. Y hablando en cierto tipo de escala temporal eso es cierto, ya que como tenemos conciencia de nosotros mismos, se templa en nuestro inconsciente esa sensación. Sin embargo, el camino lo hacemos todos juntos. Desde antes y hasta después afectamos al mundo y este nos afecta a nosotros. Es un intercambio constante. Pero al dañar el universo nos dañamos a nosotros mismos. A veces me dejan de importar los demás porque me doy cuenta de la finitud que es mi consciencia existencial. Hay una burda necesidad de sentirse famoso y recordado. Algunos mediante altruismo, puede ser. Otros por diferenciarse. Ambos son estúpidos. No tengas ninguna de esas sensaciones. Son tontas e innecesarias. Pero serán trascendentales. Afectarán la vida de otros… y lo que es obvio: tu vida.
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