"A eso aguardo aquí, astuto y burlón, en las altas montañas, ni impaciente ni paciente, sino más bien como quien ha olvidado la paciencia, pues no "padece" ya."
Así habló Zarathustra, IV
"La ofrenda de la miel"
Así habló Zarathustra, IV
"La ofrenda de la miel"
¿Cuántas veces tuve que escuchar tus reproches? ¿Cuántas veces tuve que soportar tu insolencia? ¿Cuántas veces tuve que soportar tu idiotez? Ya no. La rutina del eterno retorno en soportarte finaliza hoy y para siempre. Tus aires de falsa, innecesaria y soberbia realeza quedan sumergidos en la más odiosa fragilidad de la imbecilidad humana. Ya no hay lazos que me aten a soportar tu falta de amor. Pues, ¿acaso hay lugar donde no hay amor? ¡Donde no se puede seguir amando se debe seguir de largo! Alguna vez he pensado en enseñarte que estoy vivo, en hacerte notar que me importabas, y cuál hombre terrenal, esperaba algo de ti. ¡Iluso de mí! ¿Qué es lo que puedo esperar de ti si no son tu infamia y blasfemia constante contra el mundo que quiero construir? ¡No debo esperar de ti! ¡Mucho menos debo esperar de mi! Debo actuar. Esperar es ya para los débiles. Desperdicias en el estatismo del “soy así” todo tu potencial. ¡Pues a la mierda contigo! Es tu potencial el que se desperdicia. Habiendo podido tomar tantas formas, grandioso es tomar la forma humana. Mas tu prefieres morir en el viejo hombre que dilapida su existencia en banalidades, rencores y miseria. En egos y visiones ajenas. En construcciones falsas y expectativas pobres e idiotas. ¡Dichosa tu vida si soportas tu decadencia! Eres para mi figura ahora. Eres menos que la piedra, pues la piedra es mejor maestro que tu. Con la piedra puedo tropezar. ¡Tú estás por debajo de la piedra! Aunque admito que compartes su externa dureza. Mas con el martillo de tus actos te desmiembras por dentro, infeliz. Estas palabras parecen cargadas de odio. Pues no me responsabilizo por la finitud de tu estrecha comprensión. Estas palabras te superan y solo te dejan ser. Y me dejan ser a mí. Te libero, liberándome de soportarte. Inútil es decirte algo cuando las respuestas a las preguntas que ignoras brotan de tu boca y de tus actos. ¡Dichosos aquellos que se juzgan a sí mismo con la consciencia suficiente! Vive en el eterno retorno de la ignorancia de tu ser. Feliz soy de haber muerto hoy. ¡Qué claridad en el camino tras la caída de tu cortina del más oxidado acero! ¿Consideración? ¡Qué condenada consideración mereces si no puedes considerarte ni a ti mismo! El camino del desapego es el que emprendo para alcanzar lo que tú ni imaginas. Bienvenido soy en esta senda. Piso sobre tus cabezas, incluso sobre la mía. No hay rencor. No hay excusas, ni disculpas, ni arrepentimiento. Voy por el camino del SER, y ahora hay un bulto menos en él. No tengo a que mirar atrás.
Más gracias: por enseñarme a saber cuando abandonar.
2 comentarios:
Mi hermana y yo... ¡¡¡¡¡¡Buscalo!!!!!
gracias por el dato.
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